Cristo Church

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DECLARACIÓN DE FE

TABLA DE CONTENIDO

DECLARACIÓN DE FE

TABLA DE CONTENIDO
DECLARACIÓN DE FE (ESQUEMA) 1
Capítulo 1:La Sagrada Escritura 2
Capítulo 2: De Dios y de la Santísima Trinidad 5
Capítulo 3: Del Decreto Eterno de Dios 5
Capítulo 4: De la Creación 6
Capítulo 5: De la Providencia 6
Capítulo 6: De la caída del hombre, del pecado y de su castigo 7
Capítulo 7: Del pacto de Dios con el hombre 7
Capítulo 8: De Cristo Mediador 8
Capítulo 9: Del libre albedrío 9
Capítulo 10: Del llamamiento eficaz 10
Capítulo 11: De la justificación 10
Capítulo 12: De la adopción 11
Capítulo 13: De la Santificación 11
Capítulo 14: De la fe salvadora 11
Capítulo 15: Del arrepentimiento para vida 11
Capítulo 16: De las buenas obras 12
Capítulo 17: De la perseverancia de los santos 13
Capítulo 18: De la seguridad de la gracia y la salvación 13
Capítulo 19: De la Ley de Dios 14
Capítulo 20: De la libertad cristiana y de la libertad de conciencia 15
Capítulo 21: Del culto religioso y el día de reposo 15
Capítulo 22: De juramentos y votos legítimos 17
Capítulo 23: Del Magistrado Civil 17
Capítulo 24: Del matrimonio y el divorcio 17
Capítulo 25: De la Iglesia 18
Capítulo 26: De la Comunión de los Santos 19
Capítulo 27: De las Ordenanzas 19
Capítulo 28: Del bautismo 20
Capítulo 29: De la Cena del Señor 20
Capítulo 30: De las censuras de la Iglesia 21
Capítulo 31: Del estado de los hombres después de la muerte y de la resurrección de los muertos 21
 Capítulo 32: De la vida ecuménica 21
Capítulo 33: Del Juicio Final 22

Las fuentes utilizadas incluyen:

  • Declaración de Fe de Grace Valley Christian Center
  • Confesión de Fe de Westminster, 1647
  • Confesión de Fe Bautista, 1689
  • John Owen, 1654, 16 artículos enumerados en Los puritanos de D. M. Lloyd-Jones (P. 235)
  • Ancianos de GVCC, 1993 Copyright © 1994 por G. Mathew Traducido y Adaptado al español por el Pastor J.L.Guedes

La siguiente declaración de fe es un resumen del sistema de doctrina y creencia religiosa que está contenido en la Biblia. Esta declaración de fe es una norma subordinada a la Biblia que consta del Antiguo y el Nuevo Testamento.


CAPÍTULO 1: DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

  1. Aunque la gloria de la naturaleza y las obras de la creación y la providencia manifiestan hasta ahora, la bondad, la sabiduría y el poder de Dios como para dejar al hombre inexcusable; estas, sin embargo, no son suficientes para dar ese conocimiento de Dios y de su voluntad, que es necesario para la salvación: por lo tanto, agradó al Señor, en diversas ocasiones y de diversas maneras, revelarse y declarar su voluntad a su iglesia; y después, para una mejor conservación y propagación de la verdad, y para un establecimiento y consuelo más seguro de la Iglesia, contra la corrupción de la carne y la malicia de Satanás y del mundo, ponerla íntegramente por escrito; lo que hace que la Sagrada Escritura sea lo más necesario; esas formas anteriores en las que Dios revelaba su voluntad a su pueblo ahora han
  1. Bajo el nombre de Sagrada Escritura, o de la Palabra de Dios escrita, están ahora contenidos todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, que son estos:

DEL ANTIGUO TESTAMENTO

  • Génesis
  • Éxodo
  • Levítico
  • Números
  • Deuteronomio
  • Josué
  • Jueces
  • Rut
  • 1 Samuel
  • 2 Samuel
  • 1 Reyes
  • 2 Reyes
  • 1 Crónicas
  • 2 Crónicas
  • Esdras
  • Nehemías
  • Ester
  • Job
  • Salmos
  • Proverbios
  • Eclesiastés
  • Cantar de los Cantares
  • Isaías
  • Jeremías
  • Lamentaciones
  • Ezequiel
  • Daniel
  • Oseas
  • Joel
  • Amós
  • Abdías
  • Jonás
  • Miqueas
  • Nahúm
  • Habacuc
  • Sofonías
  • Hageo
  • Zacarías
  • Malaquías

DEL NUEVO TESTAMENTO

  • Los Evangelios según
  • Mateo
  • Marcos
  • Lucas
  • Juan
  • Los Hechos de los Apóstoles
  • Las Epístolas de Pablo a:
  • Los Romanos
  • Los Corintios (1)
  • Los Corintios (2)
  • Los Gálatas
  • Los Efesios
  • Los Filipenses
  • Los Colosenses
  • Los Tesalonicenses (1)
  • Los Tesalonicenses (2)
  • Timoteo (1)
  • Timoteo (2)
  • Tito
  • Filemón
  • La Epístola a los Hebreos
  • La Epístola de Santiago
  • La primera y segunda Epístolas de
  • La primera, segunda y tercera Epístolas de
  • La Epístola de Judas
  • La Revelación de Juan (Apocalipsis)

Todos los cuales son inerrantes e infalibles en sus autorías, y son dados por inspiración de Dios para ser regla de fe y vida.

  • Los libros comúnmente llamados apócrifos, al no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no tienen autoridad en la iglesia de Dios, ni deben ser aprobados o utilizados de otra manera que otros escritos
  1. La autoridad de la Sagrada Escritura, por la cual se debe creer y obedecer, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino enteramente de Dios (quien es la verdad misma), quien es el autor; y por lo tanto debe ser recibida, porque es la Palabra de
  1. El testimonio de la iglesia puede conmovernos e inducirnos a una alta y reverente estima de las Sagradas Escrituras. Y lo celestial de la materia, la eficacia de la doctrina, la majestad del estilo, el consentimiento de todas las partes, el alcance del todo (que es dar toda gloria a Dios), el descubrimiento pleno que hace del único camino de la salvación del hombre, las muchas otras excelencias incomparables y su completa perfección, son argumentos mediante los cuales abunda evidencia que es la Palabra de Dios; sin embargo, a pesar de nuestra plena persuasión y seguridad de la verdad infalible y la autoridad divina de ella, proviene de la obra interna del Espíritu Santo, que da testimonio de y con la Palabra en nuestros
  1. Todo el consejo de Dios, concerniente a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación, la fe y la vida del hombre, está expresamente establecido en las Escrituras, o por buena y necesaria consecuencia, puede deducirse de las Escrituras: a las cuales nada, en ningún momento debe ser agregado, ya sea por nuevas revelaciones del Espíritu o por tradiciones de los Sin embargo, reconocemos que la iluminación interior del Espíritu de Dios es necesaria para la comprensión salvadora de estas cosas como están reveladas en la Palabra; y que hay algunas circunstancias concernientes al culto de Dios y al gobierno de la iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que deben ordenarse a la luz de la naturaleza y la prudencia cristiana, de acuerdo con las reglas generales de la Palabra, que son siempre para ser cumplidas.
  • No todas las cosas en las Escrituras son igualmente claras en sí mismas, ni igualmente claras para todos; sin embargo, aquellas cosas que es necesario saber, creer y obedecer para la salvación, están tan claramente propuestas y expuestas en algún lugar de las Escrituras, que no sólo los eruditos, sino también los ignorantes, en el debido uso de los medios ordinarios, pueden alcanzar una comprensión suficiente de estas
  • El Antiguo Testamento en hebreo (que era el idioma nativo del pueblo de Dios en la antigüedad) y el Nuevo Testamento en griego (que en el momento de su redacción era más conocido entre las naciones), siendo directamente inspirados por Dios, y por su singular cuidado y providencia, se han mantenidos puros en todas las épocas, y son, por tanto, auténticos; de modo que, como en todas las controversias religiosas, la iglesia finalmente debe apelar a ellas. Pero debido a que estas lenguas originales no son conocidas por todo el pueblo de Dios, que tiene derecho e interés en las Escrituras, y a quienes se les ordena, en el temor de Dios, leerlas y escudriñarlas, deben ser, por lo tanto, traducidas al idioma de cada nación a la llega, para que la Palabra de Dios more en abundancia en todos, para que puedan adorarle de manera aceptable y, mediante la paciencia y el consuelo de las Escrituras, tengan esperanza.
  1. La regla infalible de interpretación de las Escrituras es la Escritura misma; y por tanto, cuando se duda sobre el verdadero y pleno sentido de cualquier porción de la Escritura, (que no es un conjunto de libros, sino uno), la porción se debe buscar y traer a luz por otros lugares que hablen más
  1. El juez supremo, por el cual deben ser determinadas todas las controversias religiosas, y todos los decretos de los concilios, las opiniones de escritores antiguos, doctrinas de hombres y espíritus privados, y en cuya sentencia debemos descansar, no puede ser otro más que el Espíritu Santo que habla en las

CAPÍTULO 2:

DE DIOS Y DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

  1. No hay sino un solo Dios, vivo y verdadero, infinito en ser y perfección, de Espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, miembros, ni pasiones; inmutable, inmenso, eterno, incomprensible, todopoderoso, el más sabio, el más santo, más libre, más absoluto; obrando todas las cosas según el consejo de su propia voluntad inmutable y justa, para su propia gloria; el más amoroso, clemente, misericordioso, sufrido, abundante en bondad y verdad, que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado; el galardonador de los que diligentemente lo buscan; y por sobretodo muy justo y terrible en sus juicios; odiando todo pecado, y que de ninguna manera absolverá al
  1. Dios posee en sí mismo y por si mismo toda vida, gloria, bondad y bienaventuranza; es suficiente en todo, en sí mismo y respecto a si mismo, no teniendo necesidad de ninguna de las criaturas que él ha hecho, ni derivando ninguna gloria de ellas, sino que solamente manifiesta su propia gloria en ellas, por ellas, hacia ellas y sobre ellas. Él es la única fuente de todo ser, de quien, por quien y para quien son todas las cosas, teniendo sobre ellas el más soberano dominio, y, haciendo por ellas, para ellas y sobre ellas toda su Todas las cosas están abiertas y manifiestas delante de su vista; su conocimiento es infinito, infalible e independiente de toda criatura, de modo que para él no hay ninguna cosa contingente o incierta. Es el más santo en todos sus consejos, en todas sus obras y en todos sus mandatos. A Él son debidos todo culto, adoración, servicio y obediencia que tenga a bien exigir de los ángeles, de los hombres y de toda criatura.
  • En la unidad de la Deidad hay tres personas, de una misma sustancia, poder y eternidad; Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El Padre no es engendrado ni procede de nadie; el Hijo es eternamente engendrado del Padre; el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del

CAPÍTULO 3:

DEL DECRETO ETERNO DE DIOS

  1. Dios, desde toda la eternidad, mediante el consejo sabio y santo de su propia voluntad, ordenó libre e inmutablemente todo lo que sucede; sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es el autor del pecado, ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las
  1. Aunque Dios sabe lo que puede suceder bajo todas las supuestas condiciones; sin embargo, no ha decretado nada porque lo previó como futuro, o como lo que sucedería en circunstancias
  • Por decreto de Dios, para la manifestación de su propia gloria, algunos hombres y ángeles están predestinados a la vida
  1. Estos ángeles y hombres, así predestinados, están diseñados particular e inalterablemente; y su número es tan cierto y definido que no puede aumentarse ni
  1. A aquellos de la humanidad que están predestinados a la vida, Dios, antes de la fundación del mundo, según su propósito eterno e inmutable, y el consejo secreto y el beneplácito de su voluntad, los escogió en Cristo para gloria eterna, por su mera y gratuita gracia y amor, sin previsión alguna de fe o buenas obras, o perseverancia en cualquiera de ellas, o cualquier otra cosa en la criatura, como condiciones o causas que lo muevan a ello; y todo para alabanza de su gloriosa
  1. Así como Dios ha designado a los elegidos para la gloria, así también él, por el propósito eterno y más libre de su voluntad, ha preordenado todos los medios para lograrlo. Por lo cual los elegidos, habiendo caído en Adán, son redimidos por Cristo; son llamados eficazmente a la fe en Cristo por su Espíritu obrando a su debido tiempo; son justificados, adoptados, santificados y guardados por su poder mediante la fe para salvación. Tampoco ningún otro es redimido por Cristo, llamado eficazmente, justificado, adoptado, santificado y salvo, sino sólo los
  • La doctrina de este elevado misterio de la predestinación debe manejarse con especial prudencia y cuidado, para que los hombres, atendiendo a la voluntad de Dios revelada en su Palabra y rindiendo obediencia a ella, puedan, desde la certeza de su llamamiento eficaz, estar seguros de su elección De esta manera, esta doctrina será motivo de alabanza, reverencia y admiración de Dios, y de humildad, diligencia y abundante consuelo, para todos los que obedecen sinceramente el Evangelio.

CAPÍTULO 4:

DE LA CREACIÓN

  1. Agradó a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para la manifestación de la gloria de su eterno poder, sabiduría y bondad, en el principio, crear, o hacer de la nada, el mundo y todas las cosas que en él hay, ya sean visibles o invisibles, en el lapso de seis días, y todas muy
  1. Después de que Dios hubo hecho todas las demás criaturas, creó al hombre, varón y hembra, con almas razonables e inmortales, dotados de conocimiento, justicia y verdadera santidad, a su propia imagen; teniendo la ley de Dios escrita en sus corazones y poder para obedecerla; y sin embargo, bajo la posibilidad de transgredirla, siendo dejados a la libertad de su propia voluntad, que estaba sujeta a cambios. Además de esta ley escrita en sus corazones, recibieron el mandamiento de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal; que mientras guardaron este mandamiento, fueron felices en su comunión con Dios y teniendo dominio sobre las

CAPÍTULO 5:

DE LA PROVIDENCIA

  1. Dios, el gran Creador de todas las cosas, sostiene, dirige, dispone y gobierna todas las criaturas, acciones y cosas, desde las más grandes hasta las más pequeñas, por su sabia y santa providencia, según su infalible presciencia, y el consejo libre e inmutable de su propia voluntad, para alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y
  1. Aunque, en relación con la presciencia y decreto de Dios, Causa Primera, todas las cosas suceden de manera inmutable e infalible; sin embargo, por la misma providencia, las ha ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sea necesaria, libre o
  • Dios, en su providencia ordinaria, hace uso de los medios, pero es libre de trabajar sin ellos, por encima y en contra de ellos, según le plazca
  1. El poder todopoderoso, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia de tal manera, que ésta se extiende aún hasta la primera caída y a todos los otros pecados de los ángeles y de los hombres, y esto no solo por un mero permiso, sino que los ha unido a ella con la más sabia y poderosa atadura, ordenándolos y gobernándolos en una administración múltiple para sus propios fines santos; pero de tal modo, que lo pecaminoso procede sólo de la criatura, y no de Dios; quien siendo completamente justo y todo santo, no es, ni puede ser autor o aprobador del
  1. El todo sabio, justo y misericordioso Dios, a menudo deja por un tiempo a sus propios hijos a múltiples tentaciones y a la corrupción de sus propios corazones, para disciplinarlos por sus pecados anteriores o para descubrirles la fuerza oculta de la corrupción y engaño de sus corazones, para que sean humildes; y elevarlos a una dependencia más estrecha y constante de Él para su sustento, y hacerlos más vigilantes contra todas las ocasiones futuras de pecado y para otros fines justos y
  1. En cuanto a aquellos hombres malvados e impíos, a quienes Dios, como Juez justo, ha cegado y endurecido por sus pecados anteriores, no sólo les niega su gracia, mediante la cual podrían haber sido iluminados en su entendimiento y obrado en sus corazones; sino que a veces también les retira los dones que tenían y los expone a objetos que su corrupción les hacen pecar; y además, los entrega a sus propias concupiscencias, a las tentaciones del mundo y al poder de Satanás; por tanto sucede que se endurecen, incluso bajo los medios que Dios usa para suavizar a los demás.
  • Como la providencia de Dios, en general, llega a todas las criaturas; así, de una manera muy especial, cuida de su iglesia y dispone todas las cosas para su

CAPÍTULO 6:

DE LA CAÍDA DEL HOMBRE, DEL PECADO Y DE SU CASTIGO

  1. Nuestros primeros padres, seducidos por la sutileza y tentación de Satanás, pecaron al comer del fruto prohibido. Quiso Dios, conforme a su sabio y santo propósito, permitir este pecado habiendo propuesto ordenarlo para su propia gloria.
  1. Por este pecado cayeron de su justicia original y de su comunión con Dios, y así quedaron muertos en pecado y totalmente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del
  • Siendo ellos la raíz de toda la humanidad, se les imputó la culpa de este pecado, y la misma muerte en pecado y naturaleza corrupta se transmitió a toda su posteridad que desciende de ellos según la generación
  1. De esta corrupción original, por la cual estamos completamente impedidos, incapacitados y opuestos a todo bien y totalmente inclinados a todo mal, proceden todas las transgresiones
  1. Esta corrupción de la naturaleza, durante esta vida, permanece en los que son regenerados; y, aun cuando sea perdonada y amortiguada por medio de la fe en Cristo, sin embargo, ella, y todos los efectos de ella, son verdadera y propiamente
  1. Todo pecado, tanto original como actual, al ser una transgresión de la justa ley de Dios y contrario a ella, trae, por su propia naturaleza, culpa al pecador, por lo que queda sujeto a la ira de Dios y a la maldición de la ley, y así sujeto a la muerte, con todas las miserias espirituales, temporales y

CAPÍTULO 7:

DEL PACTO DE DIOS CON EL HOMBRE

  1. La distancia entre Dios y la criatura es tan grande, que aunque las criaturas razonables le deben obediencia como su Creador, nunca podrían obtener ningún fruto de él como su bienaventuranza o galardón, si no es por alguna condescendencia voluntaria de parte de Dios, en la que se haya placido expresar a modo de
  1. El primer pacto hecho con el hombre fue un pacto de obras, en el que se prometió la vida a Adán, y en él a su posteridad, bajo condición de obediencia perfecta y
  • El hombre, por su caída, se hizo incapaz para la vida que tenía mediante aquel pacto, por lo que agradó a Dios hacer un segundo pacto, comúnmente llamado pacto de gracia; por el cual ofrece gratuitamente a los pecadores vida y salvación por Jesucristo; exigiéndoles fe en él para ser salvos, y prometiendo dar a todos los que estén ordenados para vida eterna su Espíritu Santo, voluntad y capacidad para
  1. Este pacto de gracia se presenta frecuentemente en las Escrituras con el nombre de testamento, en referencia a la muerte de Jesucristo el Testador, y a la herencia eterna, con todas las cosas que le pertenecen y están legadas en este
  1. Este pacto fue administrado de manera diferente en el tiempo de la ley, y en el tiempo del Bajo la ley fue administrado por promesas, profecías, sacrificios, circuncisión, el cordero pascual y otros tipos y ordenanzas entregadas al pueblo de los judíos; todos prefigurando a Cristo que había de venir y que fueron para ese tiempo suficientes y eficaces, mediante la operación del Espíritu, para instruir y edificar a los elegidos en la fe en el Mesías prometido, por quien tuvieron plena remisión de los pecados y salvación eterna. Este pacto se llama Antiguo Testamento.
  1. Bajo el Evangelio, cuando Cristo, la sustancia fue manifestado, las ordenanzas en las cuales se dispensa este pacto son: la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos del Bautismo y la Cena del Señor, y aún cuando son menos en número y ministradas con más sencillez y menos gloria exterior, sin embargo, en ellas el pacto se muestra a todas las naciones, así a los judíos como a los gentiles, con más plenitud, evidencia y eficacia espiritual, y se le llama el Nuevo Por lo tanto, no hay dos pactos de gracia diferentes en sustancia, sino uno y el mismo, bajo diversas dispensaciones.

CAPÍTULO 8:

DE CRISTO MEDIADOR

  1. Agradó a Dios, en su propósito eterno, elegir y ordenar al Señor Jesús, su Hijo unigénito, para ser Mediador entre Dios y los hombres, Profeta, Sacerdote y Rey, Cabeza y Salvador de su Iglesia, el Heredero de todas las cosas y Juez del mundo; a quien desde toda la eternidad le dio un pueblo para que fuera su simiente, y para que en su tiempo fuera redimido, llamado, justificado, santificado y
  1. El Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad, siendo Dios verdadero y eterno, de una sola sustancia e igual al Padre, cuando llegó la plenitud de los tiempos, tomó sobre sí la naturaleza humana, con todas las propiedades esenciales y debilidades comunes, pero sin Fue concebido por obra del Espíritu Santo, en el vientre de la virgen María, de la sustancia de ella. Demodo que dos naturalezas enteras, perfectas y distintas, la Divinidad y la humanidad, estaban inseparablemente unidas en una sola persona, sin conversión, composición o confusión. Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, pero un solo Cristo, el único Mediador entre Dios y el hombre.
  • El Señor Jesús, en su naturaleza humana así unida a la divina, fue santificado y ungido con el Espíritu Santo sobre toda medida, teniendo en él todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento; en quien agradó al Padre que habitara toda plenitud; con el fin de que, siendo santo, inocente, inmaculado y lleno de gracia y de verdad, esté completamente preparado para desempeñar el oficio de mediador y fiador; cargo que no asumió para sí mismo, sino que fue llamado a ello por su Padre; quien puso en su mano todo poder y juicio, y le dio orden de
  1. El Señor Jesús asumió este oficio de muy buena voluntad; lo cual, para poder desempeñarlo, fue puesto bajo la ley, y la cumplió perfectamente; soportó los más crueles tormentos directamente en su alma, y los más dolorosos sufrimientos en su cuerpo; fue crucificado y murió; fue sepultado y permaneció bajo el poder de la muerte, pero no vio corrupción. Al tercer día resucitó de entre los muertos, con el mismo cuerpo en que padeció; con el cual también ascendió al cielo, y allí está sentado a la diestra de su Padre, intercediendo; y volverá para juzgar a los hombres y a los ángeles en el fin del
  1. El Señor Jesucristo, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de si mismo que ofreció una sola vez por el Espíritu eterno de Dios, ha satisfecho plenamente la justicia de su Padre; y compró no sólo la reconciliación, sino una herencia eterna en el reino de los cielos, para todos los que el Padre le ha
  1. Aunque la obra de la redención no fue consumada por Cristo sino hasta después de su encarnación, sin embargo, la virtud, eficacia y beneficios de la misma fueron comunicados a los elegidos en todas las épocas transcurridas desde el principio del mundo, en y por esas promesas, tipos y sacrificios, en los cuales Cristo fue revelado y representado como la simiente de la mujer, que heriría la cabeza de la serpiente, y el Cordero inmolado desde el principio del mundo, siendo él, el mismo ayer, hoy y
  • Cristo, en la obra de mediación, actúa según ambas naturalezas, haciendo por medio de cada naturaleza lo que le es propio; sin embargo, en razón de la unidad de la persona, lo que es propio de una naturaleza, a veces se atribuye en la Escritura a la persona denominada por la otra
  • A todos aquellos para quienes Cristo ha comprado la redención, Él aplica y comunica la misma con certeza y eficacia; intercediendo por ellos; y revelándoles, en y por la Palabra, los misterios de la salvación; persuadiéndoles eficazmente por su Espíritu a creer y obedecer; y gobernando sus corazones por su Palabra y Espíritu; venciendo a todos sus enemigos por su gran poder y sabiduría, de tal manera y forma que estén más en consonancia con su maravillosa e inescrutable dispensación.

CAPÍTULO 9:

DEL LIBRE ALBEDRÍO

  1. Dios ha dotado a la voluntad del hombre con aquella libertad natural, que no es forzada ni determinada hacia el bien o hacia el mal, por ninguna necesidad absoluta de la
  1. El hombre, en su estado de inocencia, tenía libertad y poder para querer y hacer lo que es bueno y agradable a Dios; sin embargo, era mutable y podía caer de dicho
  • El hombre, por su caída a un estado de pecado, ha perdido absolutamente toda capacidad para querer algún bien espiritual que acompañe a la salvación; por tanto, como hombre natural, que está enteramente opuesto a ese bien y muerto en el pecado, no puede por su propia fuerza convertirse a sí mismo o prepararse para la conversión
  1. Cuando Dios convierte a un pecador y lo traslada al estado de gracia, lo libera de su esclavitud natural bajo el pecado, y sólo por su gracia lo capacita para querer y hacer libremente lo que es espiritualmente bueno; sin embargo, a causa de su corrupción restante, no quiere perfectamente ni sólo lo que es bueno, sino que también quiere lo que es
  1. La voluntad del hombre se hace perfecta e inmutablemente libre para hacer el bien únicamente en el estado de

CAPÍTULO 10:

DEL LLAMAMIENTO EFICAZ

  1. A todos aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida, y sólo a ellos, le place, en su tiempo señalado y aceptado, llamar efectivamente, por su Palabra y Espíritu, a salir de ese estado de pecado y muerte en el que se encuentran por naturaleza, a la gracia y salvación por Jesucristo; iluminando sus mentes de manera espiritual y salvadora para entender las cosas de Dios, quitándoles el corazón de piedra y dándoles un corazón de carne; renovando sus voluntades, y por su poder omnipotente determinándolas a lo que es bueno, y trayéndoles eficazmente a Jesucristo; de tal manera que vienen con absoluta libertad, habiendo recibido por la gracia de Dios la voluntad de
  1. Este llamado eficaz proviene únicamente de la gracia gratuita y especial de Dios, no de nada previsto en el hombre; quien es completamente pasivo en ello, hasta que, siendo vivificado y renovado por el Espíritu Santo, puede responder a este llamado y abrazar la gracia ofrecida y trasmitida en él.
  • Los niños elegidos, que mueren en la infancia, son regenerados y salvados por Cristo mediante el Espíritu, que obra cuando, donde y como quiere; así también lo son todas las demás personas elegidas que son incapaces de ser llamadas externamente por el ministerio de la
  1. Otros no elegidos, aunque pueden ser llamados por el ministerio de la Palabra y pueden tener algunas operaciones comunes del Espíritu, nunca vienen verdaderamente a Cristo y, por lo tanto, no pueden ser salvos; mucho menos pueden los hombres que no profesan la religión cristiana ser salvos de otra manera, aun cuando sean tan diligentes en conformar sus vidas de acuerdo con la luz de la naturaleza y a la ley de la religión que profesan; y afirmar y sostener que pueden serlo es muy pernicioso y debe ser

CAPÍTULO 11:

DE LA JUSTIFICACIÓN

  1. A aquellos a quienes Dios llama eficazmente, también los justifica gratuitamente; no infundiéndoles justicia, sino perdonando sus pecados y contando y aceptando a a estas personas como justas; no por cualquier cosa obrada en ellos o hecha por ellos, sino solamente por causa de Cristo; ni imputándoles como su justicia la fe misma, el acto de creer, o cualquier otra obediencia evangélica; sino al imputarles la obediencia y satisfacción de Cristo, por la fe reciben y descansan en él y en su Y la fe que no la tienen por sí mismos, pues es don de Dios.
  1. La fe, al recibir y descansar así en Cristo y su justicia, es el único instrumento de justificación; sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre está acompañada de todas las demás gracias salvadoras, y no es una fe muerta, sino que obra por
  • Cristo, por su obediencia y muerte, saldó totalmente la deuda de todos aquellos que así son justificados, y dio una satisfacción adecuada, real y plena a la justicia de su Padre en favor de ellos. Sin embargo, por cuanto Cristo fue dado por el Padre para los justificados y su obediencia y satisfacción fueron aceptadas en su lugar, y ambas gratuitamente; no porque hubiera alguna cosa en ellos, su justificación es solamente de pura gracia; para que las dos, la exacta justicia y la rica gracia de Dios, puedan ser glorificadas en la justificación de los
  1. Dios, desde toda la eternidad, decretó justificar a todos los elegidos; y Cristo, en el cumplimiento de los tiempos, murió por sus pecados y resucitó para su justificación. Sin embargo, no son justificados hasta que Cristo les es realmente aplicado, por el Espíritu Santo, a su debido
  1. Dios continúa perdonando los pecados de aquellos que son justificados; y aunque nunca pueden caer del estado de justificación, sin embargo, pueden, por sus pecados, caer bajo el desagrado paternal de Dios y no recuperar la luz de su rostro, hasta que se humillen, confiesen sus pecados, pidan perdón y renueven su fe y su
  1. La justificación de los creyentes bajo el Antiguo Testamento era, en todos estos aspectos, la misma que la justificación de los creyentes bajo el Nuevo

CAPÍTULO 12:

DE LA ADOPCIÓN

  1. Dios se digna conceder a todos aquellos que son justificados en y por su único Hijo Jesucristo, que sean partícipes de la gracia y adopción: por la cual ellos son contados dentro del número, y gozan de las libertades y privilegios de los hijos de Dios; están marcados con su nombre, reciben el espíritu de adopción; tienen acceso confiadamente al trono de la gracia; están capacitados para clamar, Abba, Padre; son compadecidos, protegidos, proveídos, y corregidos por Él como por un padre; sin embargo, nunca desechados, sino sellados para el día de la redención, y heredan las promesas, como herederos de salvación eterna.

CAPÍTULO 13:

DE LA SANTIFICACIÓN

  1. Aquellos que una vez son efectivamente llamados y regenerados, teniendo un nuevo corazón y un nuevo espíritu creado en ellos, son santificados aún más real y personalmente, a través de la virtud de la muerte y resurrección de Cristo, por su Palabra y Espíritu que habitan en ellos: el dominio del pecado sobre todo el cuerpo es destruido, y sus diversas concupiscencias se debilitan y mortifican cada vez más: y son cada vez más vivificados y fortalecidos en todas las gracias salvadoras, para la práctica de la verdadera santidad, sin la cual nadie verá el Señor.
  1. Esta santificación se efectúa en todo hombre, aunque es incompleta en esta Todavía quedan algunos remanentes de corrupción en todas partes, de donde surge una continua e irreconciliable batalla; la carne lucha contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne
  • En dicha guerra, aunque la corrupción restante puede prevalecer por un tiempo, sin embargo, mediante el suministro continuo de fuerza del Espíritu santificador de Cristo, la parte regenerada vence; y así los santos crecen en gracia, perfeccionando la santidad en el temor de

CAPÍTULO 14:

DE LA FE SALVADORA

  1. La gracia de la fe, por la cual se capacita a los elegidos para creer para la salvación de sus almas, es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones, y es hecha ordinariamente por el ministerio de la palabra; también por la cual, y por la administración de los sacramentos y por la oración, se aumenta y se fortalece.
  1. Por esta fe, un cristiano cree que es verdadera cualquier cosa revelada en la Palabra, porque la autoridad de Dios mismo habla en ella; y esta fe actúa de manera diferente sobre aquello que contiene cada pasaje en particular; produciendo obediencia hacia los mandamientos, temblor ante las amenazas, y abrazando las promesas de Dios para esta vida y para la que ha de venir. Pero los principales hechos de la fe salvadora son: aceptar, recibir y descansar sólo en Cristo para la justificación, santificación y vida eterna, por virtud del pacto de
  • Esta fe es diferente en grados: débil o fuerte; puede ser atacada y debilitada muchas veces y de muchas maneras, pero resulta victoriosa; creciendo en muchos hasta alcanzar la plena seguridad en Cristo, quien es tanto el autor como el consumador de nuestra

CAPÍTULO 15:

DEL ARREPENTIMIENTO PARA VIDA

  1. El arrepentimiento para vida es una gracia evangélica, cuya doctrina debe ser predicada por todo ministro del Evangelio, así como la de la fe en
  1. Al arrepentirse, un pecador se aflige por sus pecados y los odia, movido no sólo por la vista y el sentimiento del peligro, sino también por lo inmundo y odioso de ellos que son contrarios a la santa naturaleza y a la justa ley de Dios. Y al comprender la misericordia de Dios en Cristo para los que están arrepentidos, se aflige y odia sus pecados, de manera que se vuelve de todos ellos hacia Dios, proponiéndose y esforzándose para andar con él en todos los caminos de sus mandamientos
  • Aunque no se debe confiar en el arrepentimiento como satisfacción por el pecado, o como causa del perdón del mismo, que es el acto de la gracia gratuita de Dios en Cristo; sin embargo, es tan necesario para todos los pecadores que nadie puede esperar el perdón sin
  1. Así como no hay pecado tan pequeño que no merezca condenación; tampoco hay pecado tan grande que pueda traer condenación a aquellos que verdaderamente se
  1. Los hombres no deben contentarse con un arrepentimiento general, sino que es deber de cada uno esforzarse por arrepentirse de sus pecados particulares de manera específica.
  1. Todo hombre está obligado a confesar privadamente sus pecados a Dios, orando por el perdón de los mismos; al confesarlos y al apartarse de ellos hallará misericordia. De modo que el que escandaliza a su hermano, o a la iglesia de Cristo, debe estar dispuesto, mediante una confesión pública o privada, con dolor por su pecado, a declarar su arrepentimiento a aquellos que se sienten ofendidos, quienes luego deben reconciliarse con él, y recibirlo en

CAPÍTULO 16:

DE LAS BUENAS OBRAS

  1. Las buenas obras son sólo aquellas que Dios ha ordenado en su Santa Palabra, y no aquellas que, sin la autorización para ello, son ideadas por hombres por celo ciego o con cualquier pretexto de buena intención.
  1. Estas buenas obras, realizadas en obediencia a los mandamientos de Dios, son frutos y evidencias de una fe verdadera y viva: y por ellas los creyentes manifiestan su agradecimiento, fortalecen su seguridad, edifican a sus hermanos, adornan la profesión del Evangelio, tapan la boca de los adversarios, y glorifiquen a Dios; pues los creyentes son su hechura, creados en Cristo Jesús para buenas obras, para que, teniendo por fruto la santificación, tengan como fin la vida eterna.
  • La capacidad que tienen los creyentes para hacer buenas obras, no es de ellos en ninguna manera, sino completamente del Espíritu de Cristo. Y para que ellos puedan tener esta capacidad, además de las gracias que han recibido, se necesita la influencia efectiva del mismo Espíritu Santo para obrar en ellos tanto el querer como el hacer por su buena voluntad; sin embargo, ellos no deben degenerar en negligentes, como si no estuviesen obligados a obrar aparte de un impulso especial del Espíritu, sino que deben ser diligentes en avivar la gracia de Dios que está en
  1. Aquellos que, en su obediencia, alcanzan la mayor altura posible en esta vida, están tan lejos de poder supererogarse y hacer más de lo que Dios requiere, que les falta mucho en lo que por deber tienen que
  1. No podemos, por nuestras mejores obras, merecer el perdón del pecado, o la vida eterna, de la mano de Dios, por la gran desproporción que hay entre ellas y la gloria venidera; y la distancia infinita que hay entre nosotros y Dios, a quien por ellos no podemos beneficiar ni satisfacer la deuda de nuestros pecados anteriores, pero cuando hemos hecho todo lo que podemos, hemos cumplido con nuestro deber y somos siervos inútiles; y además nuestras obras son buenas porque proceden de su Espíritu; y por cuanto son hechas por nosotros, son impuras y contaminadas con tanta debilidad e imperfección, que no pueden soportar la severidad del juicio de
  1. Sin embargo, a pesar de lo anterior, siendo aceptadas las personas de los creyentes por medio de Cristo, sus buenas obras también son aceptadas en ÉL; no como si fueran en esta vida enteramente irreprochables e irreprensibles a la vista de Dios; sino que a ÉL, mirándolas en su Hijo, le place aceptar y recompensar lo que es sincero aun cuando sea acompañado de muchas debilidades e
  • Obras realizadas por hombres no regenerados, aunque por su esencia puedan ser cosas que Dios ordena; y de buen uso tanto para ellos como para los demás; sin embargo, porque no proceden de un corazón purificado por la fe; ni se hacen de manera correcta, según la Palabra; ni con un fin recto, la gloria de Dios; por lo tanto, son pecaminosas y no pueden agradar a Dios ni hacer que un hombre sea apto para recibir la gracia de Dios; y, sin embargo, la negligencia de los no regenerados en estas obras es más pecaminoso y desagradable a

CAPÍTULO 17:

DE LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

  1. Aquellos, a quienes Dios ha aceptado en su Amado, efectivamente llamados y santificados por su Espíritu, no pueden apartarse total ni definitivamente del estado de gracia; pero ciertamente han de perseverar en Él hasta el fin y será eternamente
  1. Esta perseverancia de los santos no depende de su propia voluntad, sino de la inmutabilidad del decreto de elección, que fluye del amor libre e inmutable de Dios Padre; sobre la eficacia del mérito e intercesión de Jesucristo, la morada del Espíritu y de la simiente de Dios en ellos; y la naturaleza del pacto de gracia, de todo lo cual surge también la certeza e infalibilidad de la
  • No obstante esto, es posible que los creyentes, por las tentaciones de Satanás y del mundo, por el predominio de la corrupción que queda en ellos, y por el descuido de los medios para su preservación caigan en pecados graves; y por algún tiempo permanezcan en ellos; por lo cual atraerán el desagrado de Dios; contristarán a su Espíritu Santo; se verán excluidos en alguna medida de sus gracias y consuelos; tendrán sus corazones endurecidos y sus conciencias heridas; lastimarán y escandalizarán a otros, y atraerán sobre sí juicios temporales.

CAPÍTULO 18:

DE LA SEGURIDAD DE LA GRACIA Y LA SALVACIÓN

  1. Aunque los hipócritas y otros hombres no regenerados puedan engañarse en vano con falsas esperanzas y presunciones carnales de estar en el favor de Dios y ee estado de salvación (cuya esperanza perecerá), sin embargo, los que verdaderamente creen en el Señor Jesús, y le aman con sinceridad, esforzándose por andar con toda buena conciencia delante de él, puedan en esta vida, tener la seguridad de que están en estado de gracia y regocijarse en la esperanza de la gloria de Dios, esperanza que nunca se les hará avergonzarse.
  • Esta seguridad no es una mera persuasión presuntuosa y probable, fundada en una esperanza falible; sino que es una seguridad infalible de fe basada en la verdad divina de las promesas de salvación, en la demostración interna de aquellas gracias a las cuales se refieren las promesas, en el testimonio del Espíritu de adopción testificando a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; este Espíritu es la garantía de nuestra herencia, y por el cual somos sellados hasta el día de la redención
  • Esta seguridad infalible no pertenece a la esencia de la fe, sino que un verdadero creyente puede esperar mucho y enfrentar muchas dificultades antes de participar de ella; sin embargo, siendo capacitado por el Espíritu para conocer las cosas que le son dadas gratuitamente por Dios, puede, sin revelación extraordinaria, y con el uso correcto de los medios ordinarios, Y por lo tanto es deber de cada uno poner toda diligencia para hacer segura su vocación y elección, para que así su corazón sea ensanchado en paz y gozo en el Espíritu Santo, en amor y gratitud a Dios, y en la fuerza y alegría en los deberes de obediencia, los frutos propios de esta seguridad; así de lejos está esta enseñanza de inducir a los hombres a la negligencia.
  1. La seguridad de la salvación de los verdaderos creyentes puede ser, en diversas maneras, zarandeada, disminuida o interrumpida; por la negligencia en preservarla; por caer en algún pecado especial, que hiera la conciencia y contriste el Espíritu; por alguna tentación repentina o vehemente; por retirarlos Dios la luz de su rostro y permitiendo, aun a los que le temen, que caminen en tinieblas, y que no tengan luz; sin embargo, nunca quedan totalmente destituidos de aquella simiente de Dios, y de la vida de fe, de aquel amor de Cristo y de los hermanos, de aquella sinceridad de corazón y conciencia del De todo lo cual, por la operación del Espíritu, esta seguridad puede ser revivida en su debido tiempo; y por todo lo cual, mientras tanto, los verdaderos creyentes son sostenidos para que no caigan en la desesperación total.

CAPÍTULO 19:

DE LA LEY DE DIOS

  1. Dios le dio a Adán una ley, como un pacto de obras, por el cual lo obligó a él y a toda su posteridad a la obediencia personal, completa, exacta y perpetua, prometió vida al cumplirla y amenazó con muerte al Y le otorgó poder y capacidad para guardarla.
  1. Esta ley, después de la caída, continuó siendo una regla perfecta de justicia; y, como tal, fue entregado por Dios en el Monte Sinaí en diez mandamientos, y escrito en dos tablas: los primeros cuatro mandamientos contienen nuestro deber para con Dios, y los otros seis, nuestro deber para con el
  • Además de esta ley, comúnmente llamada ley moral, agradó a Dios dar al pueblo de Israel, como una iglesia menor, leyes ceremoniales que contenían varias ordenanzas típicas; en parte de adoración prefigurando a Cristo, sus gracias, acciones, sufrimientos y beneficios, y en parte expresando diversas instrucciones sobre los deberes morales. Todas aquellas leyes ceremoniales están abrogadas ahora bajo el Nuevo
  1. A los israelitas también, como cuerpo político, les dio diversas leyes judiciales, que expiraron junto con el Estado de ese pueblo; por lo que ahora no obligan a los otros pueblos, sino en lo que la justicia general de ellas lo requiera
  1. La ley moral obliga para siempre a todos, tanto a las personas justificadas como a las demás, a su obediencia; y eso no sólo con respecto a su naturaleza contenida en él, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, que la dio. Cristo, en el Evangelio, tampoco abroga de ninguna manera esta ley, sino que fortalece la obligación de
  1. Aunque los verdaderos creyentes no están bajo la ley como un pacto de obras para ser justificados o condenados; sin embargo, es de gran utilidad tanto para ellos como para otros; ya que como una regla de vida les informa de la voluntad de Dios y de sus deberes, les dirige y obliga a andar en conformidad con ella; les descubre también la pecaminosa contaminación de su naturaleza, corazón e ida; de tal manera, que cuando ellos se examinan delante de ella, puedan llegar a una convicción más profunda de su pecado, a sentir humillación por él y un odio contra él; junto con una visión más clara de la necesidad que tienen de Cristo, y de la perfección de su También la ley moral es útil para los regenerados para restringir su corrupción, puesto que prohíbe el pecado; y las amenazas de ella sirven para mostrar lo que merecen aún sus pecados, y qué aflicciones puedan esperar por ellos en esta vida; aún cuando estén libres de la maldición con que amenaza la ley. Las promesas de ella, de un modo semejante, manifiestan a los regenerados que Dios aprueba la obediencia y cuáles son las bendiciones que deben esperar por el cumplimiento de la misma; aunque no se deba a ellos por la ley como un pacto de obras; así que, si un hombre hace lo bueno y deja de hacer lo malo porque la ley le manda aquello y le prohíbe esto, no es evidencia de que esté bajo la ley, sino bajo la gracia.
  • Los usos de la ley antes mencionados tampoco son contrarios a la gracia del Evangelio, sino que lo cumplen armoniosamente; el Espíritu de Cristo somete y capacita la voluntad del hombre para hacer libre y alegremente lo que la voluntad de Dios revelada en la ley requiere que se

CAPÍTULO 20:

DE LA LIBERTAD CRISTIANA Y DE LA LIBERTAD DE CONCIENCIA

  1. La libertad que Cristo ha comprado para los creyentes bajo el Evangelio consiste en su libertad de la culpa del pecado, la ira condenatoria de Dios y la maldición de la ley moral; y, al ser librados de este presente mundo malo, la esclavitud a Satanás y el dominio del pecado, del mal de las aflicciones, del aguijón de la muerte, de la victoria del sepulcro y de la condenación eterna; como también, en su libre acceso a Dios y en su obediencia a él, no por miedo servil, sino por un amor filial y una intencion voluntaria. Todo lo cual era común también a los creyentes bajo la ley. Pero bajo el Nuevo Testamento, la libertad de los cristianos se amplía aún más al estar libres del yugo de la ley ceremonial al que estaba sujeta la iglesia judía; y con mayor confianza en el acceso al trono de la gracia, y en comunicaciones más plenas del Espíritu libre de Dios, de las que normalmente participaban los creyentes bajo la ley.
  1. Solo Dios es el Señor de la conciencia, y la ha dejado libre de los mandamientos y doctrinas de los hombres, las cuales son en alguna manera contrarias a su Palabra, o está al lado de ella en asuntos de fe o de adoración. Así que creer tales doctrinas u obedecer tales mandamientos con respecto a la conciencia, es traicionar la verdadera libertad de conciencia; y el requerir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluta, es destruir la libertad de conciencia y también la razón.
  • Aquellos que, con el pretexto de la libertad cristiana, practican algún pecado o albergan cualquier concupiscencia destruyen con ello el fin de la libertad cristiana: la cual es, que, librados de las manos de nuestros enemigos, podamos servir al Señor sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra
  1. Y porque los poderes que Dios ha ordenado y la libertad que Cristo ha comprado, no han sido destinados por Dios para destruirse, sino para preservarse y sostenerse mutuamente uno al otro; los que, bajo el pretexto de la libertad cristiana, quieran oponerse a cualquier poder legal, o a un lícito ejercicio, sea civil o eclesiástico, resisten a la ordenanza de Los que publican tales opiniones, o mantienen tales prácticas, que son contrarias a la luz de la naturaleza, o a los principios conocidos del cristianismo, ya sea que se refieran a la fe, a la adoración o a la conducta, o al poder de la santidad; tales opiniones o prácticas erróneas, ya sea en su propia naturaleza o en la manera como las publican o las sostienen, son destructivas para la paz externa y el orden que Cristo ha establecido en la Iglesia. Se les puede llamar legalmente a cuentas, y se les puede procesar por la disciplina de la Iglesia.

CAPÍTULO 21:

DE LA ADORACIÓN RELIGIOSA Y EL DÍA DE REPOSO

  1. La luz de la naturaleza muestra que hay un Dios que tiene señorío y soberanía sobre todo, que es bueno y hace el bien a todos y, por lo tanto, debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido con todo el corazón, y con toda el alma, y con todas las fuerzas. Pero la forma aceptable de adorar al Dios verdadero es instituida por él mismo, y tan limitada por su propia voluntad revelada, que no puede ser adorado según la imaginación y los designios de los hombres, o las sugerencias de Satanás, bajo ninguna representación visible o cualquier otra forma no prescrita en las Sagradas Escrituras.
  1. La adoración religiosa debe darse a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; y a Él solamente; no a ángeles, ni a los santos ni a cualquier otra criatura: y, desde la caída, no sin un Mediador; ni en la mediación de ningún otro, sino solamente de
  • La oración, junto con la acción de gracias, es una parte especial de la adoración religiosa, y Dios la exige a todos los hombres; y, para que sea aceptada, debe hacerse en el nombre del Hijo, con la ayuda de su Espíritu, según su voluntad, con entendimiento, reverencia, humildad, fervor, fe, amor y
  1. Se debe orar por cosas lícitas; y a favor de clase de hombres que viven, o que vivirán en el futuro; pero no a los muertos, ni a aquellos de quienes se pueda saber que han cometido el pecado que lleva a la
  1. La lectura de las Escrituras con temor reverencial; la sana predicación y la escucha consciente de la Palabra, en obediencia a Dios, con entendimiento, fe y reverencia, cantando salmos con gracia en el corazón; como también la debida administración y la digna recepción de las ordenanzas instituidas por Cristo, son todas partes del culto religioso ordinario de Dios; además de los juramentos y votos religiosos, los ayunos solemnes y las acciones de gracias en ocasiones especiales, que son, en sus diversos tiempos y estaciones, para ser utilizado de manera santa y religiosa.
  1. Ahora bajo el Evangelio, ni la oración ni ninguna otra parte de la adoración religiosa están limitados a un lugar, ni son más aceptables por el lugar en que se realizan, o hacia el cual se dirigen; sino que Dios ha de ser adorado en todas partes en espíritu y en verdad; tanto en lo privado en las en las familias diariamente, y en secreto cada uno por sí mismo; así como de una manera más solemne en las reuniones públicas, las cuales no han de descuidarse ni abandonarse voluntariamente o por negligencia, cuando Dios por su palabra y providencia nos llama a ellas
  • Como es de la ley de la naturaleza, que, en general, se reserve una debida proporción de tiempo para la adoración de Dios; así, en su Palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo, que obliga a todos los hombres en todas las épocas, ha designado particularmente un día de cada siete como sabático, para que sea santificado para Él; el cual, desde el principio del mundo a la resurrección de Cristo, era el último día de la semana; y, desde la resurrección de Cristo, fue cambiado al primer día de la semana, que en las Escrituras se llama el Día del Señor, y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo
  • En el Día del Señor, dar regularmente y con sacrificio a Dios, los diezmos y las ofrendas, libremente y gozosamente, en proporción a las bendiciones materiales recibidas del Dios de toda gracia, es parte de la verdadera adoración de todo

CAPÍTULO 22:

DE JURAMENTOS Y VOTOS LEGÍTIMOS

  1. Un juramento lícito es una parte de la adoración religiosa por el cual una persona, en la debida ocasión, al jurar solemnemente, pone a Dios como testigo de lo que afirma o promete, y para que le juzgue conforme a la verdad o a la falsedad de lo que
  1. Sólo el nombre de Dios es aquel por el cual los hombres deben jurar, y en él debe usarse con todo santo temor y reverencia. Por lo tanto, jurar en vano o imprudentemente por ese Nombre glorioso y terrible, o jurar por cualquier otra cosa, es pecaminoso y debe ser Sin embargo, como en asuntos de peso y de importancia, un juramento está justificado por la Palabra de Dios, tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo, por eso, cuando una autoridad legítima exija un juramento legal para tales asuntos, este juramento debe hacerse
  • Quienquiera que preste juramento debe considerar debidamente el peso de un acto tan solemne, y no declarar en él nada más que lo que está plenamente persuadido de que es la verdad; ni nadie puede obligarse mediante juramento a nada que no sea bueno y justo, y a lo que él cree que así es, y lo que es capaz y está dispuesto a
  1. Un juramento debe prestarse en el sentido claro y común de las palabras, sin equívocos ni reservas mentales. No puede obligar a pecar; pero en cualquier cosa que no sea pecaminosa, habiéndose hecho, es obligatorio cumplirlo aun cuando sea en el propio daño del que lo hizo, ni debe violarse porque haya sido hecho a herejes o a incrédulos.
  1. Un voto es de la misma naturaleza que un juramento promisorio, y debe hacerse con el mismo cuidado religioso y cumplirse con la misma
  1. No debe hacerse a ninguna criatura, sino sólo a Dios; y para que sea aceptado, debe hacerse voluntariamente, por fe y conciencia del deber, en modo de agradecimiento por la misericordia recibida o por la obtención de lo que queremos; por lo cual nos obligamos más estrictamente a los deberes necesarios, o a otras cosas, en la medida y mientras puedan conducir adecuadamente al cumplimiento de ellos.
  • Ningún hombre puede prometer hacer nada prohibido en la Palabra de Dios, o lo que obstaculizaría cualquier deber allí ordenado, o que no esté en su poder, y para cuyo cumplimiento no tiene ninguna promesa de capacidad de parte de Dios. En este sentido, los votos monásticos de soltería perpetua, la pobreza profesada y la obediencia regular están tan lejos de ser grados de perfección superior, que son trampas supersticiosas y pecaminosas en las que ningún cristiano puede

CAPÍTULO 23:

DEL MAGISTRADO CIVIL

  1. Dios, Señor supremo y Rey de todo el mundo, ha ordenado magistrados civiles para que estén bajo él, sobre el pueblo, para su propia gloria y el bien público y con este fin los ha armado con el poder de la espada, para la defensa y estímulo de los que hacen el bien y para el castigo de los
  1. Magistrados civiles establecidos por Dios para los fines antes mencionados; la sujeción, en todas las cosas lícitas que ellos ordenaron, deben ser sometidas por nosotros en el Señor, no sólo por ira, sino por causa de la conciencia; y debemos hacer súplicas y oraciones por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que bajo ellos podamos vivir una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y

CAPÍTULO 24:

DEL MATRIMONIO Y EL DIVORCIO

  1. El matrimonio es entre un hombre y una mujer: no es lícito a ningún hombre tener más de una esposa, ni a ninguna mujer tener más de un marido, al mismo
  1. El matrimonio fue ordenado para la ayuda mutua del marido y la mujer; para el aumento de la humanidad con descendencia legítima, y de la iglesia con simiente santa; y para prevenir la inmundicia
  • Es lícito casarse para toda clase de personas que sean capaces de dar su consentimiento con juicio; sin embargo, es deber de los cristianos casarse sólo en el Señor.
  1. El matrimonio no debe estar dentro de los grados de consanguinidad o afinidad prohibidos en la Palabra de Dios. Tampoco estos matrimonios incestuosos pueden jamás ser lícitos por ninguna ley del hombre o el consentimiento de las partes, de modo que esas personas puedan vivir juntas como marido y
  1. El adulterio o la fornicación cometidos después de un contrato, al ser descubiertos antes del matrimonio, da justa ocasión al inocente para disolver ese compromiso. En el caso de adulterio después del matrimonio, es lícito que la parte inocente demande el divorcio y, después del divorcio, casarse con otra, como si la parte infractora estuviera
  1. Aunque la corrupción del hombre sea tal que pueda estudiar argumentos indebidamente para separar a aquellos a quienes Dios ha unido en matrimonio, sin embargo, nada más que el adulterio, o una deserción deliberada que no pueda ser remediada de ninguna manera por la iglesia o el magistrado civil, es causa suficiente con disolver el vínculo En este caso debe observarse un procedimiento público y ordenado, y las personas involucradas en él no deben ser dejadas en su caso a su propia voluntad y discreción

CAPÍTULO 25:

DE LA IGLESIA

  1. La iglesia universal, que es invisible, consiste en el número total de los elegidos que han sido, están o serán reunidos en uno, bajo Cristo su Cabeza; y es la esposa, el cuerpo y la plenitud de aquel que todo lo llena en
  1. Todas las personas en todo el mundo, que profesan la fe del evangelio y la obediencia a Dios por Cristo según él, sin destruir su propia profesión mediante errores que subviertan el fundamento o la impiedad de su conversación, son y pueden ser llamados santos visibles; y de ellos deben constituirse todas las congregaciones
  • Las iglesias más puras bajo el cielo están sujetas a la impureza y al error; y algunas se han degenerado tanto que han llegado a ser, no iglesias de Cristo, sino sinagogas de Satanás. Sin embargo, Cristo siempre ha tenido y tendrá un reino en este mundo, de aquellos que creen en él y hacen profesión de su
  1. El Señor Jesucristo es la cabeza de la iglesia, en quien, por designación del Padre, está investido de manera suprema y soberana todo poder para el llamamiento, institución, orden o gobierno de la
  1. En la ejecución de este poder que le ha sido confiado, el Señor Jesús llama a sí mismo al mundo, mediante el ministerio de su Palabra, por su Espíritu, a aquellos que le son dados por su Padre para que caminen delante de él en obediencia, la cual él les prescribe en su Palabra. A los así llamados, les ordena que caminen juntos en sociedades particulares de iglesias, para su edificación mutua y la debida realización de la adoración pública, que él exige de ellos en el
  1. Los miembros de estas iglesias son santos por llamado, manifestando y evidenciando visiblemente (en y por su profesión y caminar) su obediencia a ese llamado de Cristo; y consienten voluntariamente en caminar juntos, según el nombramiento de Cristo, entregándose al Señor y los unos a los otros, por la voluntad de Dios, en profesa sujeción a las ordenanzas del
  • A cada una de estas iglesias así reunidas, según su mente declarada en su Palabra, les ha dado todo el poder y la autoridad que, de alguna manera sean necesarios, para llevar a cabo ese orden de adoración y disciplina que él ha instituido para ser obedecidos; con mandatos y reglas para el debido y correcto ejercicio y ejecución de ese
  • La manera señalada por Cristo para llamar a cualquier persona, equipada y dotada del Espíritu Santo, para el cargo de obispo o anciano en una iglesia, es que sea elegida para ello por el consejo de ancianos que representa a la iglesia y solemnemente apartado por ayuno y oración, con imposición de manos de los ancianos de la iglesia y de un diácono, que será elegido de igual manera por la iglesia por medio de los ancianos. Si se trata de una congregación nueva, los miembros eligen a los ancianos (un mínimo de dos) por voto unánime.
  1. La labor de los pastores es asistir constantemente al servicio de Cristo, en sus iglesias, en el ministerio de la Palabra y de la oración, velando por sus almas, como quienes deben darle cuenta. Corresponde a las iglesias a quienes ministran, no sólo darles el debido respeto, sino también comunicarles todas sus cosas buenas según sus posibilidades, para que puedan tener un suministro cómodo, sin quedar ellas mismas enredadas en asuntos seculares; y también pueda ser capaz de mostrar hospitalidad hacia los demás; y esto es requerido por la ley de la naturaleza y por orden expresa de nuestro Señor Jesús, quien ha ordenado que los que predican el evangelio deben vivir del
  1. Como todos los creyentes están obligados a unirse a iglesias particulares, cuando y donde tengan oportunidad de hacerlo; de modo que todos los que son admitidos a los privilegios de una iglesia, también están bajo las censuras y el gobierno de ella, según el gobierno de Cristo. La admisión a la comunidad de una iglesia en particular y, si es necesario, la destitución de ella se basa únicamente en la autoridad y decisión de los ancianos de la iglesia quienes son llamados y designados por Dios para ser siervos del pueblo de Dios como lo indican las Escrituras. Tales decisiones de los ancianos son definitivas y no pueden apelarse a ninguna otra autoridad de ningún tipo porque una iglesia en particular es autónoma en su gobierno, que es el gobierno de los
  1. Ningún miembro de la iglesia, ante cualquier ofensa cometida por ellos, habiendo cumplido con el deber que se les exige hacia la persona que les ofendió, debe perturbar el orden de la iglesia, o ausentarse de las asambleas de la iglesia, o de la administración de cualquier ordenanza, por la cuenta de tal ofensa a cualquiera de sus hermanos miembro, sino que deben esperar en Cristo, en el futuro proceder de la
  • El Señor y Cabeza de la iglesia, Jesucristo, bautiza a todos los nacidos de Dios, en el Espíritu Santo quien, a su vez, distribuye dones espirituales a cada creyente según Su soberana voluntad para la edificación de la iglesia y su exitosa misión en el
  • La iglesia será arrebatada antes del reinado milenario de Jesucristo en la

CAPÍTULO 26:

DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

  1. Todos los santos que están unidos a Jesucristo, su Cabeza, por su Espíritu y por la fe, tienen comunión con Él en sus gracias, sufrimientos, muerte, resurrección y gloria; y, estando unidos unos a otros en el amor, tienen comunión en los dones y gracias de cada uno, y están obligados al desempeño de deberes, públicos y privados, que conduzcan a su bien mutuo, tanto en el hombre interior como en el
  1. Los santos de profesión están obligados a mantener una santa comunión y hermandad en la adoración a Dios y a realizar otros servicios espirituales que tiendan a su edificación mutua; y también en socorrerse unos a otros en las cosas externas, según sus diversas capacidades y necesidades. Esta comunión, a medida que Dios ofrece la oportunidad, debe extenderse a todos aquellos que en todo lugar invocan el nombre del Señor Jesús.
  • Esta comunión que los santos tienen con Cristo no los hace de ninguna manera partícipes de la sustancia de su divinidad, ni los hace iguales a Cristo en ningún aspecto; afirmar cualquiera de las dos cosas es impío y Su comunión de unos con otros, como santos, tampoco quita o infringe el título o propiedad que cada hombre tiene sobre sus bienes y posesiones.

CAPÍTULO 27:

DE LAS ORDENANZAS

  1. Las ordenanzas son señales y sellos santos del pacto de gracia, inmediatamente instituidos por Dios, para representar a Cristo y sus beneficios; y para confirmar nuestro interés en Él; como también para poner una diferencia visible entre los que pertenecen a la Iglesia y el resto del mundo; y comprometerlos solemnemente al servicio de Dios en Cristo, según su
  1. En toda ordenanza hay una relación espiritual entre la señal y la cosa significada; de donde sucede que los nombres y efectos del uno se atribuyen al
  • La gracia que se exhibe en o mediante las ordenanzas correctamente utilizadas, no es conferida por ningún poder en ellas; tampoco la eficacia de una ordenanza depende de la piedad o intención de quien la administra, sino de la obra del Espíritu y de la palabra de institución, que contiene, junto con un precepto que autoriza su uso, una promesa de beneficio para los que lo reciben
  1. Sólo hay dos ordenanzas ordenadas por Cristo Nuestro Señor en el Evangelio; es decir, el Bautismo y la Cena del Señor; ninguno de los cuales puede ser administrado por nadie excepto por un ministro de la Palabra, legalmente

CAPÍTULO 28:

DEL BAUTISMO

  1. El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento, ordenada por Jesucristo, con el fin de ser, para la persona bautizada, una señal de su comunión con Cristo, en su muerte y resurrección; de estar injertado en Él; de remisión de pecados; y de entregarse a Dios, a través de Jesucristo, para vivir y caminar en novedad de
  1. Aquellos que realmente profesan arrepentimiento ante Dios, fe y obediencia a nuestro Señor Jesucristo, son los únicos sujetos calificados de esta
  • El elemento externo que se utilizará en esta ordenanza es el agua, en la que la persona debe ser bautizada, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
  1. La inmersión de la persona en agua es necesaria para la debida administración de esta

CAPÍTULO 29:

DE LA CENA DEL SEÑOR

  1. Nuestro Señor Jesús, en la noche en que fue traicionado, instituyó la ordenanza de su cuerpo y sangre, llamada la Cena del Señor, para ser observada en su iglesia hasta el fin del mundo, para memoria perpetua del sacrificio de sí mismo en su muerte; para sellar todos los beneficios del mismo para los verdaderos creyentes, su alimento y crecimiento espiritual en Él, su mayor participación en todos los deberes que le deben a Él; y, ser vínculo y prenda de su comunión con Él, y entre sí, como miembros de su cuerpo místico.
  1. En esta ordenanza Cristo no es ofrecido a su Padre; ni se hace ningún sacrificio real hecho en absoluto para la remisión de los pecados de los vivos o los muertos; sino sólo una conmemoración de aquel que se ofreció a sí mismo y por sí mismo, en la cruz, una vez para siempre y una ofrenda espiritual de toda la alabanza posible a Dios por esto; de modo que el sacrificio papal de la misa, como lo llaman, es la injuria más abominable para el único sacrificio de Cristo, la única propiciación por todos los pecados de los
  • El Señor Jesús, en esta ordenanza, ha designado a sus ministros para declarar su palabra de institución al pueblo; orar y bendecir los elementos del pan y del vino, y así apartarlos de un uso común a uno santo; y tomar y partir el pan, tomar la copa, y (ellos también comulgando) dar ambas cosas a los comulgantes; pero a nadie que no esté presente en la congregación.
  1. Misas privadas, o recibir esta ordenanza por un sacerdote, o cualquier otro, privadamente; como igualmente la negación de la copa al pueblo; adorar los elementos, levantarlos o transportarlos para adoración y reservarlos para cualquier pretendido uso religioso; son todos contrarios a la naturaleza de esta ordenanza y a la institución de
  1. Los elementos externos de esta ordenanza, debidamente apartados para los usos ordenados por Cristo, tienen esta relación con Cristo

CAPÍTULO 30:

DE LAS CENSURAS ECLESIÁSTICAS

  1. El Señor Jesús, como Rey y Cabeza de su iglesia, ha nombrado en ella un gobierno en manos de oficiales de la iglesia, distintos del magistrado
  1. A estos oficiales se les confían las llaves del reino de los cielos; en virtud de lo cual tienen poder, respectivamente, para retener y remitir los pecados; cerrar ese reino contra los que no se arrepienten, tanto por la Palabra como por las censuras; y abrirlo a los pecadores arrepentidos, por el ministerio del Evangelio; y por absolución de censuras, según lo requiera la ocasión.
  • Las censuras eclesiásticas son necesarias para rescatar y ganar a los hermanos ofensores, para disuadir a otros de ofensas similares, para purgar esa levadura que podría infectar toda la masa; para vindicar el honor de Cristo y la santa profesión del Evangelio, y para prevenir la ira de Dios, que con justicia podría caer sobre la iglesia, si permitieran que su pacto y sus sellos fueran profanados por ofensores notorios y
  1. Para lograr mejor estos fines, los funcionarios de la iglesia deben proceder mediante amonestación; suspensión de la ordenanza de la Cena del Señor por un tiempo y por excomunión de la iglesia; según la naturaleza del delito y ofensa de la

CAPÍTULO 31:

DEL ESTADO DE LOS HOMBRES DESPUÉS DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS

  1. Los cuerpos de los hombres después de la muerte vuelven al polvo y ven corrupción; pero sus almas, que ni mueren ni duermen, teniendo una subsistencia inmortal, inmediatamente regresan a Dios que las dio. Las almas de los justos, siendo entonces hechas perfectas en santidad, son recibidas en los cielos más altos, donde contemplan el rostro de Dios, en luz y gloria, esperando la plena redención de sus Y las almas de los impíos son arrojadas al infierno, donde permanecen en tormentos y oscuridad absoluta, reservadas para el juicio del gran día. Además de estos dos lugares, para las almas separadas de sus cuerpos, la Escritura no reconoce ninguno.
  1. En el último día, los que sean hallados vivos no morirán, sino que serán transformados, y todos los muertos resucitarán con sus mismos cuerpos, y ningún otro (aunque con diferentes cualidades), que se unirán nuevamente a sus almas para
  • Los cuerpos de los injustos, por el poder de Cristo, serán resucitados para la deshonra; los cuerpos de los justos, por su Espíritu, para la honra, serán hechos conformes a su propio cuerpo

CAPÍTULO 32:

DE LA VIDA ECUMÉNICA

La Iglesia Cristo Church se opone al aislacionismo y por lo tanto tiene comunión con todas las iglesias en todas partes que suscriben la siguiente comprensión mínima de las siguientes verdades bíblicas:

  1. Que la Sagrada Escritura es esa regla para conocer a Dios y vivir para Él y quien no cree en esto, no puede ser
  1. Que hay un Dios quien es el Creador, Gobernador y Juez del mundo, el cual debe ser recibido por la fe, y cualquier otra forma de conocerlo es
  • Que este Dios, que es el Creador, es eternamente distinto de todas las criaturas en su ser y
  1. Que este Dios es Uno en Tres Personas o
  1. Que Jesucristo es el único Mediador entre Dios y el hombre, que sin conocimiento del cual no hay salvación.
  1. Que este Jesucristo es el Dios
  • Que este Jesucristo es también verdadero
  • Que este Jesucristo es Dios y Hombre en una sola
  1. Que este Jesucristo es nuestro Redentor, quien, pagando un rescate y cargando con nuestros pecados, todo ha sido satisfecho en favor de
  1. Que este mismo Señor Jesucristo es Aquel que fue crucificado en Jerusalén, y resucitó y ascendió al
  1. Que este mismo Jesucristo, siendo el único Dios y Hombre en una Persona, permanece para siempre como Persona distinta de todos los santos y ángeles, a pesar de su unión y comunión con Él.
  • Que todos los hombres por naturaleza están muertos en delitos y pecados, y ningún hombre puede ser salvo a menos que nazca de nuevo, se arrepienta y
  • Que somos justificados y salvos por gracia mediante la fe en Jesucristo y no por
  • Que continuar en cualquier pecado ya revelado, con cualquier pretexto o principio, es
  1. Que Dios debe ser adorado según Su propia voluntad, y cualquiera que abandone y desprecie todos los deberes de Su adoración no puede ser
  • Que los muertos resucitarán, y que habrá un día de juicio en el que todos aparecerán, algunos para ir a la vida eterna y otros a la condenación

CAPÍTULO 33:

DEL JUICIO FINAL

  1. Dios ha establecido un día en el que juzgará al mundo con justicia por Jesucristo, a quien todo poder y juicio le es dado por el En ese día, no sólo los ángeles apóstatas serán juzgados, sino que también todas las personas que han vivido sobre la tierra comparecerán ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de sus pensamientos, palabras y acciones, y para recibir según lo que hayan hecho en el cuerpo, ya sea bueno o malo.
  1. El fin de que Dios haya designado este día es para la manifestación de la gloria de su misericordia en la salvación eterna de los elegidos; y de su justicia en la condenación de los reprobados, impíos y desobedientes. Porque entonces los justos irán a la vida eterna y recibirán esa plenitud de gozo y refrigerio que provendrá de la presencia del Señor; pero los impíos que no conocen a Dios y no obedecen el evangelio de Jesucristo, serán arrojados a tormentos eternos y castigados con destrucción eterna lejos la presencia del Señor y lejos la gloria de su poder.
  • Así como Cristo quiere que estemos ciertamente persuadidos de que habrá un día del juicio, tanto para disuadir a todos los hombres del pecado, como para mayor consuelo de los piadosos en su adversidad, así también mantendrá ese día desconocido para los hombres, para que ellos se puedan desprender de toda seguridad carnal y estar siempre vigilantes y velando porque no saben a qué hora vendrá el Señor; y estén siempre preparado para decir: Ven, Señor Jesús, ven Amén.